Fases del proceso creativo: De la frustración al pánico

¿Quién no se ha visto alguna vez en la situación que describe esta imagen? Cuando se trata de entregar un proyecto con fecha límite, sentirse agobiado es lo más natural. Las primeras horas/días te mueves entre una sensación de desconcierto y una escasa declaración de intenciones a ti mismo. No hay problema, aún sobra tiempo, tan solo hay que dedicarle más horas.

Eso pensamos todos, pero lo cierto es que el el trabajo se te empieza a acumular y las numerosas correcciones, además de la continua pelea con el proyecto, comienzan a pasar factura. Sí, como se puede observar, estás jodido. Empiezan las jornadas intensivas y tu factura de luz se dispara. Comienzan a picarte los ojos y las comidas pasan a ser prescindibles. Tus familiares se preguntan si te ha mordido un vampiro o estás dejando de fumar... Pero no, tan solo es que se acerca el día de la entrega.

Ya falta poco, sientes que pierdes la noción del tiempo y el ratón-lápiz-pegamento se ha convertido en una extensión de tu cuerpo (sobre todo si trabajas con pegamento). Ya no rindes lo mismo, lo que antes hacías en diez minutos ahora te lleva una tarde. Menos mal que ya está casi todo pensado pero...¿¡Por qué diablos no termina de encajar!?

Una hora antes de la entrega, con una ducha y dos comidas de menos das el último retoque. Milagrosamente ha salido algo digno. No sabes si han sido los Umpa Lumpa o el modo Stand by de tu cerebro, pero está acabado y parece decente. Haces la entrega y la voz del cliente hace eco donde antes había materia grís. No entiendes muy bien lo que dice o prefieres no entenderlo, el caso es que vuelves a casa con un sabor agridulce y 2 kilos menos de peso, pensando: Si hubiese tenido un día más...

¿A quien no le suena esta historia? 2 de cada 3 proyectos acaban así. Uno se acostumbra, pero como se suele decir: Proyecto que no se acaba a última hora es que no está bien hecho.

No hay comentarios :

Publicar un comentario